No pudo dejar de asombrarnos la noticia de que un productor tucumano decidió  construir una inmensa represa - llamémosle lago-  en su propiedad  tomando  del agua destinada al consumo diario de la zona de Yerba Buena. Esta aberrante decisión, propia de las nefastas épocas del imperio  oligarca, tomó por sorpresa a los miles de consumidores de la zona, que no entendían la razón de la angustiante sequía. Costó a la SAT encontrar la  razón, por lo increíble. Atrevida y despiadada maniobra, ejecutada en el anonimato. Robar está penado ya desde los Diez Mandamientos y en el caso de este vital  elemento, peor aún. Mentes insanas tenemos en todos lados. Son las que estropean la alegría de vivir. Pero colaborar al deterioro de una sana convivencia  mediante acciones totalmente indignas merece la más ejemplar de las sanciones.

Darío Albornoz                                   

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